No sé si será por el estreno de Matrix 4, o por la incómoda sensación en el estómago que me genera el que sean las grandes corporaciones quienes están liderando la carrera espacial, pero el concepto de cyberpunk me ha estado rondando la cabeza.
Para los que no saben bien qué es el cyberpunk, me quedo con la definición de Bruce Sterling:
Cualquier cosa que se le pueda hacer a una rata se le puede hacer a un ser humano. Y podemos hacer casi cualquier cosa a las ratas. Es duro pensar en esto, pero es la verdad. Esto no cambiará con cubrirnos los ojos. Esto es ciberpunk.
Efectivamente, casi todas los sabores del cyberpunk son una mezcla de novela negra y ciencia ficción, en la que el valor de la vida humana se mide por cuánto le puedes sacar a un hígado con poco uso en el mercado negro, y en que el destino de la humanidad está en manos de megacorporaciones sin escrúpulos a las que solo les importa el poder. Todo muy optimista, como pueden ver.
Permítanme una pequeña digresión: Hace muchos años, cuando me estaba dedicando con pasión pero sin éxito al stand-up comedy, abrí una cuenta en twitter en la que contaba las miserias cotidianas de un hombre de las cavernas llamado Ug Cuevas. Si bien la cuenta ya está extinta (porque era un neandertal, ¿Entienden?), me hacía gracia mezclar arqueología con one-liners tipo “Mis hijos dibujaron en la pared de la cueva. Esta pintura no saldrá en 10.000 años”.
Creo que es un ejercicio interesante ejercitar la expresión artística bajo límites duros como el de un determinado período histórico o, en el caso del cyberpunk, una visión del mundo que es el sueño húmedo de cierto pelado trillonario.
Y así fue como caí en el agujero de conejo de la poesía cyberpunk. Obviamente la gran mayoría está escrita por aficionados entusiastas que abusan con vehemencia de los tópicos más visitados del género. Pero también hay pequeños oasis como este poema de Nikia 2.0, titulado Robot Haiku #667:
Your days are numbered
Digits on hand are enough
To count your last days
Pero sin embargo lo más interesante que encontré durante este paseo por la internet, fue el hecho de que grandes escritores también exploraron esta amalgama de anáforas y androides.
Específicamente, aprendí que William Gibson, que es básicamente el papá del género cyberpunk, participó en un proyecto llamado “Agrippa (a book of the dead)”, que fue pensado como “un poema que el lector pudiera leer literalmente sólo una vez”:
Como un fotograma de una película sin procesar, "Agrippa" comienza a mutar en el momento en que entra en contacto con la luz. Ashbaugh ha impreso grabados de nucleótidos de ADN, pero luego los ha cubierto con dos conjuntos separados de dibujos: Uno, en tinta ultravioleta, desaparece cuando se expone a la luz durante una hora; el otro, en tinta infrarroja, sólo se hace visible tras una hora a la luz. Una cavidad de papel en el centro del libro esconde el disquete que contiene la ficción de Gibson, codificado digitalmente para el Macintosh o el IBM.
¿La mejor parte? El disquete también se borraba. Pero como la internet es inexorable, la historia completa, junto con fotografías del libro, la pueden encontrar aquí.
Y terminé con la agradable sensación de que si la poesía puede encontrar un lugar en un universo hiperviolento y materialista como ese, también lo puede encontrar aquí.
Hasta la otra.